GEORGES BATAILLE: la comunidad infinita - Andrés Campillo


“La vida exige unos hombres reunidos, y los hombres sólo se reúnen por un caudillo o por una tragedia”
G. Bataille, La representación de ‘Numancia’ (Crónica Nietzscheana).



Ahora que el siglo XX se acerca a su fin, podemos asegurar que Georges Bataille (1897-1962) ha sido uno de sus más lúcidos testigos. Golpeado por dolorosas experiencias personales y gigantescas catástrofes sociales, fascinado por la explosiva fuerza de las grandes multitudes urbanas, espantado por el enorme poder movilizador de los sentimientos nacionalistas y militaristas, embriagado por los más intensos arrebatos de la carne y del espíritu, aprendió a padecer, a conmoverse, a dejarse atravesar por la terrible y devastadora violencia de los acontecimientos. En pocas palabras, aprendió a vivir en compañía de la muerte.

Con una tenacidad implacable, hizo de su propio cuerpo un sismógrafo de alta precisión, tan extremadamente sensible como para registrar los más secretos temblores de la existencia humana. Con la meticulosidad de un bibliotecario (el oficio que le dio de comer durante toda su vida) y la fiebre de una víctima sacrificial (dispuesta a arder y a consumirse en el fuego del conocimiento), fue registrando esas agitaciones a un tiempo masivas e íntimas. Y lo hizo durante las tres décadas centrales de este siglo, tal vez las más trágicas y delirantes que Europa haya conocido. No es extraño que ahora, treinta años después de su muerte, cuando el cielo de la historia vuelve a cubrirse de negros nubarrones, los escritos de Bataille adquieran una actualidad inesperada.

Ahora que el derrumbe del totalitarismo soviético ha hecho rebrotar la vieja alternativa entre el liberalismo y el nacionalismo, entre el individualismo y el comunitarismo, entre la igualdad jurídica y las diferencias históricas, entre el primado de la ley y el primado de la sangre, entre los vínculos por adscripción voluntaria y los vínculos por pertenencia hereditaria, en fin, entre la "sociedad" (Gesellschaft) y la "comunidad" (Gemeinschaft), se hace necesario releer a un autor que ya en los años treinta trató de mostrar los límites de una tal alternativa. A la luz del actual debate político, la lectura de Bataille se hace nuevamente imprescindible. En realidad, nunca ha dejado de serlo. De manera silenciosa y casi clandestina, como suele sucederles a cuantos se han dejado consumir en el fuego de la escritura, la huella de Georges Bataille ha ido abriendo profundos surcos en las corrientes más vivas del pensamiento contemporáneo.

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*Este artículo fue publicado como introducción en Georges Bataille, El Estado y el problema del fascismo, Pretextos/Universidad de Murcia, Colección Hestia-Diké, nº 1. El profesor Campillo es además autor de Contra la economía. Ensayos sobre Bataille (Editorial Comares, Granada, 2001).